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La Cofradía

El testimonio documental sobre la antigüedad de la Cofradía se remonta a 1725, año en el que se firma la paz de Viena, normalizándose así las relaciones entre el austracista Carlos VI y el Borbón Felipe V. Este hecho fue muy importante para nuestra ciudad porque suponía el inicio de la recuperación de la nueva Colonia de San Felipe, después de haber perdido la milenaria Xàtiva sus instituciones en 1707, durante el asedio, destrucción y quema que sufrió la ciudad en la Guerra de Sucesión.

La Cofradía fue creada, o tal vez refundada, de otra más antigua para el barrio del Mercado, siendo la Parroquia de San Pedro la sede permanente. Los cofrades en origen sólo fueron hombres agricultores, por ser socialmente el oficio predominante en el barrio. La finalidad de procesionar durante la Semana Santa su imagen venerada, el Santo Sepulcro, partió de la iniciativa de los habitantes de la casa N º 1 de la Plaza Benlloch.

Su organización y funcionamiento no se reflejó nunca ni en estatutos ni en ordenanzas, más bien el sentido común y la aplicación de la costumbre es lo que prevaleció. Un consiliario, el rector de la parroquia, un presidente, el cofrade mayor, cuatro administradores y un secretario componían la Junta con atribuciones administrativas y ejecutivas. Actualmente la composición ha cambiado.

Imagen Cristo

Los gastos para el mantenimiento del culto han variado a lo largo de los años. Hoy las fuentes económicas se nutren por las cuotas anuales de los cofrades y la lotería de Navidad, pero muy diferente se hacía al menos desde la mitad del siglo XIX hasta la Guerra Civil resultante de la siguiente manera:

El día segundo de Pascua de Resurrección, a las dos de la tarde entre el cancel y la puerta principal de la iglesia, se reunían de forma presidencial los cuatro Administradores y Secretario presidido por el señor Cura y con la limosna de quince céntimos se procedía a extender “albaranets” con los nombres y apellidos de cuantos lo solicitaban; pasado un tiempo prudencial se procedía al sorteo: 1º)  de un timbal, 2º) de dos pendones, 3º) de dos armaduras para los niños y 4º) unas medallas del Santo Sepulcro. El importe de esta subasta unido a la cuota de los cofrades que era de una peseta anual; el alquiler de una multitud de túnicas o vestas, propiedad de la Cofradía y lo recaudado por concepto de trigo, maíz y arroz pordiosado por el barrio y lo recaudado en la bandeja en las noches del Santo Novenario, se sufragaban los gastos de los cultos…”

Los actos de culto han permanecido con pocas variantes a lo largo de los años, tal vez el más notorio haya sido en el cambio del Novenario por Triduo, la desaparición de los sermones por predicadores famosos y la pérdida de cantos específicos como los motetes. “Las Doblas y fiestas votivas, no se celebran más que las que corresponderían a la cofradía del Santo Sepulcro, que son su novenario en la cuarta Semana de Cuaresma con misa cantada solemne y Ejercicio vespertina todos los días y la fiesta solemne de mañana y tarde el día de la Circuncisión con Sermón todas las tardes del novenario y en la del día primero de año. “

Expediente del Arzobispado de Valencia

 

“Asunto Visita de la Iglesia Parroquial de San Pedro Apóstol en 22 de Noviembre de 1901”.

Los actos extra-parroquiales, que la Cofradía siempre imperativamente ha realizado, consisten en dos:

  1. El traslado procesional de la imagen del Santo Sepulcro, réplica de la titular pero más pequeña, desde la casa del clavario saliente al entrante durante la Semana de Pasión o Semana de Dolores.

  1. La participación de la Cofradía en la procesión general del Viernes Santo.

Timbales

Desde un principio, la Cofradía con la imagen del Santo Sepulcro tenía señalado el lugar en la procesión del Viernes Santo, después de haber sido invitada a participar por el clavario y mayordomos de la secular Cofradía de la Sangre. Esta invitación se hacía el Jueves Santo por la tarde cuando esta corporación, es decir, la de la Sangre hacía el recorrido visitando los monumentos de las iglesias y, al llegar a San Pedro, formalmente a la junta constituida a tal efecto se le constataba la invitación. El Viernes Santo, el día grande procesionalmente hablando y, después de los tres concebidos recaos, la imagen del Sepulcro con los cofrades salía en procesión, en dirección a San Francisco, donde era esperada por el Clavario de la Sangre. El resto de las cofradías con los correspondientes pasos ya preparados, esperaban la llegada del Sepulcro. Un Ordenador General de la Cofradía de la Sangre daba la orden de salida para iniciar de inmediato la procesión general. Los recaos, según la tradición, era el procedimiento que utilizaba el Clavario de la Sangre para pedir formalmente y por escrito a la Cofradía del Sepulcro, el permiso y aprobación para participar en la procesión. La comitiva formada a tal efecto se hacía acompañar por los tambores que recorrían el trayecto desde San Pedro a San Francisco, Santa Clara o La Seu, dependiendo de la iglesia de donde salía la procesión general.

La hora fijada para la procesión del Viernes era las 18 horas, lo que cabe suponer que toda la carrera de la vuelta general, con una duración de no menos de cuatro horas, acabara de noche oscuro, con las consecuencias propias derivadas del cansancio y agotamiento de los cofrades y el pueblo.

La originalidad de un elemento que sólo encontramos en esta Cofradía es la presencia de los tambores o timbales. Siempre, y cada vez que se hacía la procesión, iban delante los tambores que libremente sonaban al toque seco y estrepitoso de los golpes de las mazas. No es difícil entender el ruido estridente de los tambores, significando que Jesucristo en la Cruz expiró “Entonces la cortina del Santuario, se rompió en dos trozos de arriba abajo, la tierra tembló, las rocas se agrietaron, los sepulcros se abrieron, y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron”. Mateo 27, 51-53.

En otros comentarios más actuales nos hablan así de los tambores: “5 tambores con túnicas con caperuza piramidal de vara y media de alta, adornada con cintas”.

El Sepulcro iba custodiado y precedido por los armados de hierro con lanzas altas. Todo de color negro. Se quería representar la guardia pretoriana romana que en número de 8, un capitán y tres o cuatro niños vestidos también de romanos, formaban la unidad militar encargada de la custodia del Sepulcro después de que fue enterrado el cuerpo de Jesucristo. Los actuales armados fueron estrenados en el 2002, dado que desaparecieron poco a poco a partir de 1932.

Procesión

La Segunda República y la Guerra Civil marcaron un antes y un después en la Cofradía. El ambiente revolucionario anticlerical acabó con el funcionamiento de la mayoría de instituciones y muchas de ellas sin llegar a refundarse.

El primer año de posguerra, en 1940, un grupo de feligreses de la parroquia y devotos del Santo Sepulcro deciden reactivar de nuevo la Cofradía como institución fraternal, dado que todas las pertenencias se habían quemado. Fue nombrada una junta de administradores bajo la dirección del nuevo coadjutor de la parroquia D. Andrés Primo García.

En 1943 fue nombrado rector de la parroquia de San Pedro D. José Bosch, en sustitución de D. Andrés, el cual se vuelca en llevar adelante la iniciativa de su predecesor iniciando los actos litúrgicos tradicionales del novenario con dos turnos de cuarenta horas. Se hacía preciso y necesario revitalizar la Cofradía sobre la base de captar nuevos cofrades y nada mejor que nombrar catorce celadoras encargadas de llevar a cabo esta costosa semilla de proselitismo. Por primera vez vemos la mujer integrada en el organigrama directivo de la entidad.

El problema grave a solucionar de inmediato era el referente a la reposición de una nueva imagen para la Semana Santa, razón por los que la junta encargó al imaginero valenciano Federico Zapater la talla de un Cristo Yacente, copia exacta de la que fue quemada, obra del imaginero valenciano José Esteve Bonet, con un coste de 5.000 ptas. sufragada por suscripción popular. La obra estuvo terminada en 1943.

Las andas encargadas y acabadas tres años después, en el 1946, fueron construidas en los talleres de Rabassa y Royo, siendo costeadas íntegramente por el benefactor D. Gregorio Molina, concediéndole la Cofradía el título de Caballero del Santo Sepulcro. En el año 1993 se hace necesaria la restauración de las andas, trabajo que se le encomienda al setabense José Martínez Mollà. En el año 2001 se estrenó la nueva urna del traslado, réplica de la grande, con andas de madera, llevadas por 20 cofrades, cortadas por el imaginero José Vicente Escolano, doradas por José Francisco Suárez, ambos dirigidos por José Martínez Mollà. En el 2002 se recupera la tradición de los armados (8 soldados, un capitán y un atabalero) que acompañan al Sepulcro, custodiando del modo en que desde 1931 no se hacía.

Respecto a las Ordenanzas Particulares que rigen actualmente el gobierno de la Cofradía del Santo Sepulcro, hay que decir que son del año 1984 siendo presidente D. José Balaguer.